La idea que recorre la obra (huir en diferentes direcciones desafiando el principio de no contradicción visto aquí como símbolo de lo "recto" que criticamos) es doble: por un lado, la mirada que se vuelve hacia adentro, rápida rayos de luz tenue iluminan las barrancas interiores, miradas inquisitivas captan luces oscuras, secreciones (no solo bioquímicas) y silencios del cuerpo (G. Ceronetti), así como maniobras evasivas, tintas de sepia que esconden de la vista y protegen a quienes allí habitan (B. Gracián); por otro lado, el vuelco del pensamiento común.
Y así la clarividencia se vuelve nefasta (E. Cioran) mientras que la futilidad se vuelve sublime (O. Spengler), Prometeo muestra su rostro atroz y llama a su negativo (nuevamente Cioran), los ricos completan su revolución oculta contra los que nada poseen (W. Brown), Oblomov (I. Goncharov) se erige como modelo de una humanidad que, por su afán de acción, prepara su propia autodestrucción y envenena la biosfera mientras el planeta Tierra, indiferente al destino de todo ser vivo, sigue orbitando en silencio. ... y luego digresiones más o menos lejanas... carreteras, lugares bizarros de aturdimiento, vino y bocanadas de humo, la fábrica, la más bella de las ciudades...