Todo acto que tenga que ver con la expresión, por lo tanto el arte en primer lugar, tiende a reparar los inevitables defectos que se abren en la parábola de todos. La palabra friulana "blec" indica con precisión el parche. Se intenta cerrar los abismos, las epifanías del caos que eventualmente lograrán la inevitable victoria. El arte como un "blec", algo inherentemente temporal, fugaz, pasajero, mientras se abren nuevas e impredecibles grietas en la pared. La música como una medida efímera, antidetonante, de contraste con la explosión silenciosa. La entropía, un gusano del tiempo que corroe la materia, derrotará toda resistencia inútil, traspasará todas las barreras, destrozará todo intento humano irrisorio de componer la lágrima, de asegurar la durabilidad, de superar el tiempo. Nos quedamos con los "blecs" para atacarnos y asegurarnos de que aún respiremos.
En este lugar confluyen las visiones musicales de los hermanos Seravalle (Alessandro y Gianpietro), dando como resultado una música con un fuerte sabor psicodélico caracterizada por un evidente componente experimental y al mismo tiempo por un fuerte anclaje en el groove. Música para la mente y el cuerpo, por tanto, que cobra vida a partir de cada impresión o estímulo que pasas en las proximidades de los dos músicos. Es una música heterogénea, nunca dispuesta a apoyarse en posiciones adquiridas, con un estilo deliberadamente zigzagueante. Aquí no hay líneas predefinidas, cada impulso de trabajo es bienvenido y transformado en música, cada sensación se convierte en una oportunidad para un viaje sonoro. Es musica officinalis, dotada de propiedades terapéuticas, una cura contra las fatigas de la vida cotidiana. No es necesario preguntar por qué. Cierra los ojos, abre la mente y entra.